La multitud cruzó en silencio
la puerta del estadio,
hinchada de muerte,
maniatados, girando
sus ataudes.
Los árbitros del luto
pitaban con sus rifles.
Negro el cesped,
luz de barro,
en el centro
del campo
Bolaño.
En los aledaños
ya no queda nadie.
100 sombras forcejean
en las redes de las porterias.
La hinchada agolpada
a golpes
en el centro del campo.
Las gradas vacias
las butacas azules
los palcos encendidos
en lo alto. Se alzan
los fusiles. Se agachan
las cabezas.
Las gradas vacias
eco de disparos
en las gradas vacias.
Uno por cada asiento
de aquel estadio chileno.
David Trashumante